Citas Bíblicas: Mateo 5: 13-16; Gálatas 5:22-23; Romanos 12
Para el mes de Octubre, nuestra iglesia ha decidido recordar la Reforma Protestante. Pero para nosotros ¿qué significa la Reforma Protestante, qué importancia tiene en nuestras vidas?
La Reforma Protestante, fue un movimiento que como objetivo tenía reformar y cambiar a la Iglesia Católica, y que ésta volviera a los principios bíblicos, a la doctrina de Cristo. Hubieron muchos reformadores y reformadoras como: Martín Lutero, Juan Calvino, John Wyclif, Jan Huss, entre otros. Pero ahora 7 siglos después, ¿dónde estamos?
Dios nos dejó una guía, una forma de vida escrita; que es su Palabra. Nuestra iglesia, no puede quedarse estancada, debe continuar en su labor, en el propósito que Jesucristo nos dejó como sus seguidores. Debemos de cambiar, debemos de dar testimonio del amor que Él nos tiene. Mostrárselo a todos los que nos rodean, en donde estemos, en nuestros trabajos, centros de estudios, en nuestro barrio y en nuestra comunidad de fe. Esta tarea es de todos: niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, varones, líderes, pastores.
Es un desafío que Jesucristo nos ha dejado, de cambiar y permitir que el Espíritu Santo nos transforme, nos renueve y hagamos su santa voluntad. Que nuestras vidas sean como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. (Romanos 12: 1) Cristo nos ha dejado las pautas para vivir una vida ejemplar de acuerdo a sus enseñanzas, para dar testimonio a este mundo. Y como comunidad de fe, como iglesia, tenemos que ser diferentes; lo contrario a este mundo, a los antivalores que este mundo nos enseña. Nuestra misión es proclamar las Buenas Nuevas del Reino de Dios a los que no las conocen.
Pero como Iglesia ¿cómo estamos? Ninguna iglesia es perfecta, porque la iglesia la conformamos humanos imperfectos, con diferencias, con cargas, con caracteres y personalidades totalmente diferentes. Pero Cristo en Romanos 12:4 -5 nos llama a ser un solo cuerpo en Él, a pesar de nuestras diferencias y de las distintas habilidades que tengamos, juntos podremos cumplir con la misión que Él nos ha encomendado. Pero para lograr esto, debemos permitir que el Espíritu Santo renueve nuestras vidas, cambie nuestra manera de pensar, para que así cambie nuestra manera de vivir y que lleguemos a conocer la voluntad de Dios. (Romanos 12) Debemos abandonar esas viejas ataduras, mirar con nuevos ojos la misión de la iglesia y no permitir que el conformismo nos invada y nos paralice.
Es así como cada uno de nosotros somos parte de la renovación de nuestra comunidad de fe, conociendo más y más la voluntad de nuestro Padre. Pero esa renovación tiene que ser en cada uno de nuestros corazones. Sólo permitiendo que el Espíritu de Dios viva plenamente en nosotros, nuestras vidas y nuestra iglesia se renovará. Como cristianos tenemos que dar frutos, y los frutos que el Espíritu produce son amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, y dominio propio. (Gálatas 5:22). Dios es el que nos guía, para que cumplamos nuestra misión en este mundo. Él es quien nos da las fuerzas y nos ayuda a ser esa Sal y Luz en este mundo. Así que cada día vivamos conforme a su palabra, a su voluntad. Debemos renovarnos constantemente, y así nuestra iglesia verdaderamente se Renovará y trabajaremos juntos en el Espíritu.
La Reforma Protestante, fue un movimiento que como objetivo tenía reformar y cambiar a la Iglesia Católica, y que ésta volviera a los principios bíblicos, a la doctrina de Cristo. Hubieron muchos reformadores y reformadoras como: Martín Lutero, Juan Calvino, John Wyclif, Jan Huss, entre otros. Pero ahora 7 siglos después, ¿dónde estamos?
Dios nos dejó una guía, una forma de vida escrita; que es su Palabra. Nuestra iglesia, no puede quedarse estancada, debe continuar en su labor, en el propósito que Jesucristo nos dejó como sus seguidores. Debemos de cambiar, debemos de dar testimonio del amor que Él nos tiene. Mostrárselo a todos los que nos rodean, en donde estemos, en nuestros trabajos, centros de estudios, en nuestro barrio y en nuestra comunidad de fe. Esta tarea es de todos: niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, varones, líderes, pastores.
Es un desafío que Jesucristo nos ha dejado, de cambiar y permitir que el Espíritu Santo nos transforme, nos renueve y hagamos su santa voluntad. Que nuestras vidas sean como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. (Romanos 12: 1) Cristo nos ha dejado las pautas para vivir una vida ejemplar de acuerdo a sus enseñanzas, para dar testimonio a este mundo. Y como comunidad de fe, como iglesia, tenemos que ser diferentes; lo contrario a este mundo, a los antivalores que este mundo nos enseña. Nuestra misión es proclamar las Buenas Nuevas del Reino de Dios a los que no las conocen.
Pero como Iglesia ¿cómo estamos? Ninguna iglesia es perfecta, porque la iglesia la conformamos humanos imperfectos, con diferencias, con cargas, con caracteres y personalidades totalmente diferentes. Pero Cristo en Romanos 12:4 -5 nos llama a ser un solo cuerpo en Él, a pesar de nuestras diferencias y de las distintas habilidades que tengamos, juntos podremos cumplir con la misión que Él nos ha encomendado. Pero para lograr esto, debemos permitir que el Espíritu Santo renueve nuestras vidas, cambie nuestra manera de pensar, para que así cambie nuestra manera de vivir y que lleguemos a conocer la voluntad de Dios. (Romanos 12) Debemos abandonar esas viejas ataduras, mirar con nuevos ojos la misión de la iglesia y no permitir que el conformismo nos invada y nos paralice.
Es así como cada uno de nosotros somos parte de la renovación de nuestra comunidad de fe, conociendo más y más la voluntad de nuestro Padre. Pero esa renovación tiene que ser en cada uno de nuestros corazones. Sólo permitiendo que el Espíritu de Dios viva plenamente en nosotros, nuestras vidas y nuestra iglesia se renovará. Como cristianos tenemos que dar frutos, y los frutos que el Espíritu produce son amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, y dominio propio. (Gálatas 5:22). Dios es el que nos guía, para que cumplamos nuestra misión en este mundo. Él es quien nos da las fuerzas y nos ayuda a ser esa Sal y Luz en este mundo. Así que cada día vivamos conforme a su palabra, a su voluntad. Debemos renovarnos constantemente, y así nuestra iglesia verdaderamente se Renovará y trabajaremos juntos en el Espíritu.